Ubicado en los serenos bosques del distrito sueco de Bastnäs, un estacionamiento ha acunado silenciosamente una flota de autos oxidados durante más de cinco décadas. Cada vehículo, adornado con la pátina del tiempo, gotas de lluvia y un manto de follaje verde, conserva las curvas orgullosas y los detalles intrincados que recuerdan el diseño de la Segunda Guerra Mundial.
Originalmente concebido por dos hermanos suecos como refugio para coches abandonados, este aparcamiento ha evolucionado hasta convertirse en un refugio preciado para los entusiastas de los automóviles clásicos. Su notable colección cuenta con marcas ilustres como Opel, Ford, Volvo, Buick, Audi, Saab y Sunbeam.
Dentro de esta cápsula del tiempo automotriz, la naturaleza ha tejido su propia narrativa: los árboles han echado raíces dentro de los marcos del automóvil, las enredaderas abrazan delicadamente los asientos y los volantes, y una exuberante alfombra de musgo cubre todo el conjunto. Según estimaciones del Daily Mail, el valor colectivo de estos coches, incluso como chatarra, supera la asombrosa cifra de 160.000 dólares.